viernes, 28 de febrero de 2014

El Hotel Lloyd, de reclamo para emigrantes a la versión holandesa del resplandor


Este fin de semana he hecho los deberes. El monumento abierto del mes, evento que cada mes abre las puertas de (¿lo adivináis?) algún edificio declarado monumento a lo largo de la geografía holandesa, recaía en Amsterdam y además bien cerca de mi casa. Le di vueltas y más vueltas pero al final no encontré ninguna excusa para dar rienda suelta a mi pereza inherente y no aparecer en el punto en cuestión con mi libretita y mi cámara de fotos barata. Así que en el artículo de hoy os voy a presentar del Hotel Lloyd, uno de los edificios emblemáticos de Amsterdam que a pesar de no ser demasiado antiguo concentra tras sus paredes una cantidad de historia de la que pocas construcciones pueden presumir. Y por si ésta no fuera razón suficiente para hablar de él, resulta que en el hotel se organizan también multitud de actividades culturales, algunas de ellas gratuitas, que puede que os interesen.





Situado es los muelles de la zona este de Amsterdam, a día de hoy el edificio del hotel Lloyd pasa un poco desapercibido, más que nada por estar rodeado de otras edificaciones muy próximas que hacen que no se le preste la suficiente atención (y porque, sincerémonos, en Holanda a veces ya no sabe uno ni para dónde mirar). Sin embargo en su momento, hace unos cien años, este hotel destacaba tanto por su arquitectura como por su función. Aún así, hoy lo que más llama la atención no es su fachada, sino lo que encierra tras sus paredes. Como decían en un vídeo bastante soporífero que ese día proyectaban para los visitantes (no lo digo yo, lo dejó patente el señor de al lado durmiéndose en su butaca) este hotel encierra muchos fantasmas. No literales, claro, aunque esto fuera lo que nos quería dar a entender el anciano de barbas del documental, pero lo cierto es que durante mucho tiempo dentro del hotel estuvieron pasando cosas bastante feas y de alguna manera la atmósfera que inunda sus corredores consigue que intuyamos ese trasfondo. Pasillos estrechos, colores desvaídos, azulejos desgastados y muebles baratos por doquier en una restauración a medio hacer que nos traslada hasta un escenario que ya quisiera David Lynch para alguna de sus películas. Veamos pues el largo camino recorrido por el hotel Lloyd para alcanzar este particular estado.


El siglo diecinueve trajo consigo un avance sin par en lo que a comunicaciones se refiere. El detonante fue la introducción de los motores de vapor en los barcos transoceánicos. Estos buques, que antes se desplazaban usando velas o remeros humanos, pasaron a incorporar enormes motores que podían alcanzar alturas cercanas a un edificio de tres plantas. Alimentados por toneladas de carbón, transmitían a sus hélices tal empuje que el tiempo de duración de la travesía desde Europa al continente americano pasó de durar más de un mes a tan sólo cinco o seis días.


Esta revolución supuso un incremento brutal en el comercio intercontinental y en el turismo para las clases adineradas (el Titanic por ejemplo es de esta época) pero sobre todo desencadenó la corriente migratoria más grande conocida hasta el momento en la historia de la humanidad: se estima que más de veintidós millones de europeos, entre los que se contaban multitud de gallegos y canarios, emigraron a las américas.

Por primera vez las clases más desfavorecidas podían acceder, aunque fuera con los ahorros de toda una vida, a comprar un billete para mudarse a un continente más próspero donde tal vez les aguardase un futuro mejor. Además los gobiernos de países como Argentina o Venezuela fomentaban la inmigración, ya que necesitaban mano de obra para labrar toda esa tierra despoblada.


Así, aunque las condiciones de viaje solían ser precarias, pues los más pobres viajaban apiñados en bodegas insalubres en las que no pocos morían antes de llegar a tierra, infinidad de europeos acuciados por la pobreza acabaron sumándose a la tendencia de la emigración.


¡Emigra a sudamérica por todo lo alto!
En los Países Bajos una de las compañías que transportaba a estos pasajeros rumbo a Argentina era la KHL (Koninklijke Hollandsche Lloyd). Esta naviera quiso desmarcarse de la competencia construyendo un edificio espectacular que sirviera a la vez como punto de partida para la travesía y como maniobra propagandística.

Para dicho proyecto contrató a un arquitecto llamado Evert Breman, el cual sin reparar en gastos erigió en cinco años (entre 1916 y 1921) un edificio monumental que destacaba entre todas las construcciones de los muelles amsterdamenses. Su estilo era una mezcla de arquitectura ecléctica, muy popular en la época y que se basaba en hacer un refrito de elementos importados de estilos anteriores (ved por ejemplo la cupulita de la torre) y arquitectura de la escuela de Amsterdam (de ésta hablaremos otro día). Todo el mundo estaba impresionado con el resultado. Sólo había un pequeño problema y es que el despliegue fue tal que la construcción final acabó costando ocho veces más de lo estimado en un principio.


Cada tres semanas salía un barco de KHL hacia el nuevo mundo usando el hotel Lloyd como punto de partida, ya que su puerta principal da directamente a los muelles de la zona este de Amsterdam. Estos buques iban cargado de emigrantes de pocos recursos, principalmente judíos originarios de países de Europa del Este, a los que se transportaba en tren hasta la puerta misma del hotel. Tras el largo viaje desde su tierra hasta Amsterdam no se los dejaba entrar en el edificio principal sino que tenían que pasar antes por la casita de al lado, reconvertida ahora en un bar, para superar un examen médico y una terapia de desinfección. Esto era importantísimo, pues con las condiciones de salubridad de antaño una sola persona infectada podía desencadenar fácilmente una epidemia dentro del barco, donde tantos y tantos viajaban apretujados. Tras este trance los futuros emigrantes por fin podían pasar al edificio principal, con cuyos lujos, después de toda la vida en sus aldeas, se quedaban boquiabiertos. Y nada, sólo quedaba alojarse allí unos cuantos días hasta la llegada del próximo barco.


El colmo del derroche: palangana misteriosa en la escalera
Demasiado bajo para ser un lavabo, demasiado público para ser un retrete


Este negocio de transporte de pasajeros parecía ir viento en popa... pero terminó mucho antes de lo esperado. Entre el descenso en el número de emigrantes causado por el estallido de la primera guerra mundial, el endurecimiento de las leyes de inmigración, y encima lo que KHL había derrochado su hotel, en 1935 la compañía acabó declarándose en bancarrota quedando la construcción, que sólo había sido amortizada durante catorce años, en posesión del ayuntamiento de la ciudad de Amsterdam. ¿Y qué hizo la cuidad con ella? Nada. El edificio permaneció algunos años cerrado a cal y canto, pero por desgracia pronto aparecería alguien dispuesto a ocuparlo de nuevo.

En 1940 los nazis invadieron los Países Bajos, imponiendo a esta nación sus políticas xenofóbas en contra de los judíos (¡quién los hubiera advertido para tomar un crucero Lloyd a tiempo!). Y en 1941 la cosa fue a peor, ya que se empezó a deportar a muchos de estos judíos holandeses a los campos de concentración de Alemania. Llegados a este punto, los ciudadanos holandeses que no eran judíos intentaron protestar contra la locura general que asolaba su país convocando una huelga muy famosa en contra de todas estas medidas. La huelga, claro, no sirvió para mucho y los alemanes, nada contentos, decidieron tomar represalias contra sus organizadores. Arrestaron a los principales cien miembros y ¿adivináis donde los metieron? Si, en un edificio muy grande y totalmente vacío que estaba en lo que por entonces eran las afueras. Aquí comienza la leyenda negra del Lloyd. Los soldados alemanes, no precisamente famosos por su delicadeza, maltrataron y torturaron a los prisioneros en el interior del hotel, dejándolo todo medio destrozado. Y desde entonces el edificio no levantó cabeza.


Muebles incongruentes, azulejos verdosos, luz amarillenta...
Es ver la foto y oir en mi cabeza la BSO de Twin Peaks


Tronos sobre una escalera que presiden... más escalera
La idea de utilizarlo como prisión parece que convenció, pues tras la marcha de los nazis se decidió acondicionar debidamente el interior con rejas, celdas, y ese tipo de añadidos para montar allí una cárcel con todas las de la ley (nunca mejor dicho) que estaría en funcionamiento por veinte años. Cuando esta cárcel se quedó anticuada la cerraron. Para a continuación abrir... otra cárcel.
En esta ocasión un centro de detención juvenil destinado a delincuentes de hasta veintiún años. Para entonces el edificio se caía a pedazos, las paredes tenían humedades y los suelos estaban desconchados. No había ni calefacción y este ambiente lúgubre tenía un efecto desesperante en los jóvenes reclusos. A pesar de todo esto el centro se mantuvo en funcionamiento durante treinta años hasta su clausura en la década de los noventa.


En este instante edificio quedaba abandonado una vez más. Para impedir que fuera tomado por ocupas o se deteriorase todavía en mayor medida, el ayuntamiento se lo cedió a una asociación que alquilaba cuartos baratos a artistas y a otros grupos socioculturales como por ejemplo el de emigrantes de la antigua Yugoslavia (esto se hace mucho en Holanda, alquilar a bajo coste espacios en edificios deshabitados, a veces impresionantes, para evitar que se derrumben). En este punto muchos artistas montaron sus estudios y el ambiente empezó a mejorar, mas la edificación seguía hecha un desastre y ya no daba más de sí. Así que sobre ocho años más tarde el ayuntamiento decidió organizar un concurso en el que otorgaría las riendas del edificio al participante que presentase el mejor plan para montar un hotel que fuese a la vez centro cultural para el vecindario. El plan ganador fue el de la firma de arquitectos MVRDV. En 1998 empezaron con la remodelación para convertir el hotel Lloyd ¡por fin! en un verdadero hotel, que abriría sus puertas en 2004.


Época en que el hotel alojaba artistas Y serbios


En este punto volvemos al video, que hablaba sobre todo del proceso de remodelación. Los encargados de llevarla a cabo se encontraron con un entorno completamente arruinado, con rejas carcelarias, pintadas de los reclusos en las paredes contando los días e incluso agujeros de bala en las ventanas que algunos ciudadanos de otras etnias yugoslavas dispararon desde fuera a los serbios que vivían en el inmueble como protesta ante la guerra de Yugoslavia. El objetivo principal de la obra era derribar tabiques y dejar entrar la luz para que suavizara lo cargado del ambiente.

El presupuesto se les quedó corto, muy corto, y eso se nota en el aspecto desgastado de todo el interior. Pero tiene su aquél tal y como está; lo hace diferente. Para cubrir estas carencias se contó con la colaboración de más de cincuenta diseñadores holandeses, como cuando uno no se baña pero se echa por encima litros de colonia para disimular. Estos diseñadores decoraron habitaciones enteras o fueron desperdigando sus obras sin ton ni son a lo largo de toda la superficie, convirtiendo el hotel Lloyd de la actualidad en el paraíso del artistucho.


Entrada a la torre, que estaba cerrada
(y en la que se plantean construir unos baños turcos)
Un suelo de cemento, una tetera de hojalata y una artística bola gigante


.... whatever


Baño diseñado por una famosa fotógrafa holandesa
que básicamente se dedica a sacar fotos de sí misma
¡Qué yuyu!


Concepto innovador en el Lloyd. Deslizas una pared móvil
y te duchas en lo que hace un momento era habitación


Otra particularidad tras la remodelación es que han montado primer hotel del mundo multiestrella. Me explico, tiene desde habitaciones baratas de las que hay que salir al pasillo para usar un baño común hasta suites de alrededor de trescientos euros por noche. Y todo el rango intermedio, es decir que los huéspedes pueden escoger entre habitaciones de una, dos, tres, cuatro o cinco estrellas. Muy en la línea del espíritu de Amsterdam lo de entremezclar distintos estratos económicos, aunque dudo yo mucho que al tipo público que suele alojarse en hoteles de cinco estrellas le convenza ese ambiente cutrón que lo impregna todo.


La suite más cara
En serio... ¿qué problema tienen en este sitio con los baños? 


En cuanto a la parte relacionada con la cultura que se había apalabrado, además del hotel se fundó en el edificio la llamada Embajada Cultural, abierta a todo el mundo. Así que aunque no os alojéis en el hotel tenéis permitido visitar el bar restaurante y echar un vistazo a otras zonas comunes. A veces tienen obras de arte moderno u otros proyectos por allí desperdigados, así que siempre puede uno pasarse a echar un vistazo a ver lo que se cuece. Además todo el mundo puede solicitar información en la oficina de la embajada, situada justo encima del restaurante y donde informan a los visitantes sobre las próximas actividades culturales que se celebrarán en Amsterdam.

¡Decoración puticlub de David Lynch!

La embajada organiza también algunas actividades por su cuenta dentro del recinto, unas de pago y otras gratuitas, a las que igualmente se puede acceder sin ser un huésped. En su página web podemos encontrar la agenda. Además todos los lunes a las nueve de la noche tiene lugar la hora Lloyd, durante la que se programan exhibiciones sorpresa más informales destinadas a todos aquellos que se encuentran en el restaurante. Si te presentas allí en este horario puede tocarte una sesión de música, monólogos, películas, poesía... lo que se tercie.



La torre vista desde la suite
Ecléctica como ella sola


Para concluir os dejo un par de vídeos que he encontrado en el youtube: las duchas de quita y pon y una especie de performance rara en una de las habitaciones.










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4 comentarios :

  1. Me ha encantado esta entrada, el edificio tiene una historia realmente interesante, estoy deseando visitarlo y saber más

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  2. "Su estilo era una mezcla de arquitectura ecléctica,[...] y arquitectura de la escuela de Amsterdam (de ésta hablaremos otro día)" Estoy deseando de que llegue ese dia. Francisco manuel (sevilla).

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    1. Llegará, llegará, pero es que hay tantas cosas que contar que entre esto y mi trabajo no doy abasto...

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    2. Gracias. Francisco Manuel (Sevilla)

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